La importancia de cuidar la salud mental está siendo puesta sobre la mesa política y mediática desde hace ya un tiempo. El increíble aumento de trastornos psicológicos en los últimos años, especialmente entre la gente más joven, así como el consumo de antidepresivos o las elevadísimas tasas de suicidio están haciendo que se rompa un silencio al que hace tiempo deberíamos haber mirado de frente para poder solucionarlo de la mejor manera.
Este post no es para hablar de datos o cifras sobre el tema de la salud mental o el bienestar emocional de nuestra sociedad. Es un tema que siempre me ha interesado mucho a nivel personal y también a nivel profesional desde que hace ya veinte años comencé a trabajar en este sector.
Siempre me ha asombrado el poder de la mente y hace un tiempo comencé el proyecto #MenteEnArte (ya no me gusta demasiado ese nombre, pero vamos a lo que estamos) en el que busqué reflejar distintos tipos de trastornos mentales que podemos sufrir los seres humanos. Algunos de ellos bastante más comunes de lo que nos gustaría y otros realmente asombrosos y, por suerte, muy raramente diagnosticados. Indagué sobre la mayoría de ellos para posteriormente poder ofrecer una visión artística en la que reinterpreto algunos de estos trastornos.
Tuve la ocasión de realizar distintas exposiciones en colegios y centros culturales para hablar, desde mi experiencia, cómo he vivido y sentido estos trastornos en las personas con las que he trabajado y también algunos aspectos que me parecen realmente fascinantes de otros menos comunes y que también acabé pintando para ofrecer una colección de 10 obras con diez distintos tipos de trastornos psicológicos.
El mutismo selectivo, es una forma de trastorno infantil vinculado a la ansiedad en la que el individuo que lo padece es incapaz de hablar en determinados contextos.
Los síntomas del mutismo selectivo son la disminución y desaparición de la capacidad de habla en circunstancias determinadas o ante determinadas personas, generalmente ante personas ajenas al círculo más cercano al menor. Esta aparente falta de capacidad solo se da en dichas circunstancias o situaciones, con lo que en otros contextos o con allegados en que se siente seguro el niño se comunica con normalidad. No se trata pues de que se carezca de habilidades comunicativas o que estas se hayan deteriorado por alguna causa, simplemente el menor no puede ponerlas en marcha.
Estos síntomas se producen como mínimo durante un mes sin que haya ocurrido ningún cambio relevante que justifique la aparición de una posible timidez. Tampoco se trata de una dificultad causada por una enfermedad médica que pueda justificar la falta de comunicación oral.
Aunque el término selectivo puede hacer parecer que la falta de habla es intencional, en un gran número de casos no lo es. De hecho, es frecuente que el menor en realidad quiera expresarse a pesar de ser incapaz de ello, y en ocasiones recurre a estrategias como el uso de gestos. A pesar de esto en algunos casos sí que se da de manera intencional, como intento de mostrar oposición a una situación o persona.
Así pues, el mutismo selectivo supone un elevado nivel de angustia y sufrimiento, además de que produce una alteración significativa en la vida social y académica del menor.
El diagnóstico de mutismo selectivo exige que se descarte la presencia de enfermedades médicas o que la falta de habla se deba a un desarrollo insuficiente de esta capacidad como para permitir la comunicación oral.
Las causas de este problema son principalmente psicológicas, concretamente a la presencia de ansiedad. Se trata de una afectación parecida a la fobia social (en muchos casos comórbida con el mutismo selectivo), en la que también existe un miedo a ser juzgado y evaluado. El riesgo y la presión cuando son el centro de atención hacen que el sujeto no actúe, cosa que se ha entendido como una respuesta aprendida mediante condicionamiento.
Si bien en algunas ocasiones el trastorno remite tras varios meses, en otros casos puede durar años, cosa que dificulta la adaptación social del niño en cuestión. La participación de la familia y el entorno es fundamental. Resulta especialmente importante no criticar la falta de habla del niño, cosa que puede reducir su autoestima y empeorar el cuadro. Enseñar formas de socialización, destacar sus fortalezas y apoyar sus esfuerzos son de gran utilidad.
Uno de los tipos de tratamiento psicológico más habituales en caso de mutismo selectivo es el uso de diferentes terapias de exposición al estímulo fóbico junto al manejo de contingencias que puedan afectar a la emisión o no emisión del habla.
Texto, vía: https://psicologiaymente.net/
El trastorno de identidad disociativo, también conocido como personalidad múltiple, suele aparecer en personas que sufrieron una tensión emocional abrumadora durante la infancia. En los Estados Unidos, Canadá y Europa, alrededor del 90% de las personas con este trastorno han sido víctimas de maltrato grave (físico, sexual o emocional) o han sido abandonadas durante la infancia.
A medida que se desarrollan, los niños deben aprender a integrar diversos y complicados tipos de información y experiencias en una única identidad personal cohesionada y compleja. El abuso sexual y físico que se produce en la infancia, cuando la identidad personal está en desarrollo, puede tener efectos duraderos sobre la capacidad de la persona para construir una identidad única, especialmente cuando los abusadores son los progenitores o los cuidadores. Sin embargo, si estos niños en situación de vulnerabilidad son suficientemente protegidos y contenidos psicológicamente por adultos que verdaderamente se preocupen por ellos, es menos probable que desarrollen un trastorno de identidad disociativo.
El trastorno de identidad disociativo tiene un curso crónico y es potencialmente incapacitante, aunque muchas personas consiguen tener un buen nivel de funcionamiento y conducen sus vidas de manera creativa y productiva.
Las personas con este trastorno pueden sentirse desconectadas de algunos aspectos de sí mismos (una enfermedad llamada despersonalización), como si se estuvieran viendo a sí mismos en una película o como si estuvieran viendo una persona diferente. De repente pueden pensar, sentir, decir y hacer cosas que no pueden controlar y que no parece que les pertenezcan. Las actitudes, opiniones y preferencias (por ejemplo, en cuanto a comida, ropa o intereses) pueden cambiar repentinamente para volver a cambiar a continuación.
La persona puede pensar que su cuerpo se nota diferente (por ejemplo, como el de un niño pequeño o una persona del sexo opuesto) y que su cuerpo no les pertenece. Pueden referirse a sí mismos en primera persona del plural (nosotros) o en tercera persona (él, ella, ellos), a veces sin saber por qué. Aunque estos síntomas son subjetivos, muchos de ellos pueden ser observados por los demás.
Algunas de las personalidades conocen importante información personal que desconocen las otras personalidades. Algunas personalidades parecen conocerse e interaccionar entre sí en un complejo mundo interior. Por ejemplo, la personalidad A puede ser consciente de la existencia de la personalidad B y saber lo que hace B, como si estuviera observando el comportamiento de B. La personalidad B puede ser o no ser consciente de la personalidad A, y lo mismo puede ocurrir con las otras personalidades. La alternancia entre distintas personalidades y el desconocimiento de las conductas que provocan suele hacer que la vida de la persona sea caótica. Como las identidades interactúan entre sí, las personas afectadas pueden referir que escuchan voces. Las voces pueden ser conversaciones internas entre las distintas identidades o pueden dirigirse a la persona directamente, a veces haciendo comentarios sobre su comportamiento. Varias voces pueden hablar al mismo tiempo, produciéndose mucha confusión.
Las personas con trastorno de identidad disociativo también experimentan intrusiones de identidades, voces o recuerdos en sus actividades cotidianas. Por ejemplo, en el trabajo, una identidad enojada puede gritar de repente a un compañero de trabajo o a un jefe.
Texto, vía: MSD Manuals
El trastorno bipolar es una patología psiquiátrica muy frecuente, en la que el paciente alterna episodios depresivos con otros de euforia (manía). Suele volverse crónico, por lo que los bipolares requieren control médico de por vida.
Durante las fases maníacas en el trastorno bipolar el paciente experimenta sentimientos de euforia excesivos y desproporcionados, y su actividad física también es exagerada. La manía es menos frecuente que la depresión y suele pasar más desapercibida, ya que las personas que sufren episodios de manía no siempre los consideran un problema mental y a menudo no los consultan con el médico, sobre todo si la manía se manifiesta sin que se haya producido un episodio depresivo previo. Los síntomas característicos de los episodios maníacos son:
Síntomas generales
• Estado de ánimo alegre, que suele ser excesivo en relación con los acontecimientos.
• Puede haber pacientes que se muestren sobre todo irritables.
• Gran autoestima. Delirios de grandeza.
Síntomas somáticos
• Trastornos del sueño: duermen poco, pero no se sienten cansados.
• Trastornos del apetito: suelen comer mucho, pero también hay pacientes que no comen casi; en cualquier caso, no suelen engordar debido al aumento de la actividad física.
• Trastornos sexuales: aumento del deseo y la actividad sexual, adoptando conductas que pueden suponer riesgos para su salud, como no tomar precauciones para evitar enfermedades de transmisión sexual.
• Sensación de aumento de energía, por lo que se ven capaces de hacer esfuerzos que antes les parecían imposibles.
Alteraciones del comportamiento
• Desprecio del riesgo y de las consecuencias de su conducta: así, los pacientes gastan mucho dinero, abandonan su trabajo, hacen regalos muy costosos e inadecuados, se meten en negocios arriesgados, se vuelven promiscuos sexualmente, abusan del alcohol…
• Aspecto llamativo en lo referente a la estética, aunque en los casos más graves, con mucha hiperactividad, llegan a descuidar su aspecto físico.
• Gran hiperactividad física: se implican en muchas actividades, lo que puede llevarles al agotamiento.
• Hiperactividad mental: hablan muy rápido porque sus pensamientos discurren con gran celeridad; al pensar más rápido de lo que se puede hablar hay pensamientos que se pierden (fuga de ideas).
A veces los familiares y amigos pueden detectar un problema de este tipo antes que el propio afectado, por lo que si observan alguna irregularidad pueden animarle a ir al médico.
Una vez diagnosticado el trastorno bipolar es muy importante seguir las siguientes recomendaciones:
• No abandone el tratamiento farmacológico que le hayan prescrito, y que siempre deberá ser controlado por un médico.
• Establezca rutinas para realizar las actividades diarias, como las comidas y el descanso, y se asegure de dormir lo suficiente.
• Aprenda a conocer la enfermedad y a distinguir los síntomas que indican las variaciones en su estado de ánimo.
• Hable con sus familiares y amigos más cercanos. Ellos también necesitan saber lo que le pasa para poder apoyarle mejor.
• Consulte a su médico sobre cualquier síntoma nuevo, o efectos secundarios relacionados con los fármacos que toma, pero no suspenda el tratamiento por su cuenta porque puede ser peligroso y agravar los síntomas.
• Pruebe otros tratamientos, como la psicoterapia, que puede ayudarle a mejorar su calidad de vida y su relación con sus seres queridos.
• No consuma alcohol ni otras drogas.
No se auto medique ni tome suplementos vitamínicos, o remedios naturales a base de hierbas, sin consultarlo antes con su médico.
Texto, vía: Natalia Bermejo Rubio (LIC. Medicina)
http://www.webconsultas.com/trastorno-bipolar